viernes, 23 de septiembre de 2016

Arrayán (Luma apiculata)

MYRTACEAE
Árbol nativo del bosque andino-patagónico, crece por lo general cerca de cuerpos y cursos de agua. Crece entre los 33º a 45º sur.
Tronco recto a levemente retorcido, en ocasiones ramificado desde la base; la corteza es de coloración amarronada en la juventud y anaranjada en la madurez.
Hojas ovadas a circulares, coriáceas, brillantes por el haz y rematadas en un mucrón, de coloración verde oscura en la faz superior y verde más claro en la inferior.
Flores hermafroditas en grupos de  3 a 5, aromáticas de color blanco a levemente rosado, corola formada por  4 pétalos, mide hasta 2 cm de diámetro, estambres numerosos.
El fruto es una baya negra o morado oscuro denominada arrayana y es comestible.
Con los frutos se puede elaborar una bebida alcohólica llamada chicha. En medicina tradicional se utiliza la corteza, las hojas y las flores como diurético, estimulante, anticatarral y astringente.

Sinónimos: Eugenia affinis, E. apiculata, E. mucronata, E. luma, E. spectabilis, Luma gilliesi. l. hookeri, Myrceugenia apiculata, Myrtus chekenilla.

Otros nombres:
Castellano: Palo colorado, arrayán rojo, arrayán chileno
Mapugundun: Quetri, temu
Francés: Arrayán
Inglés: Chilean myrtle






sábado, 17 de septiembre de 2016

Joyas sureñas

Durante mis últimas vacaciones en San Martín de los Andes, allá por comienzos de abril de 2015 me fui a visitar a mis amigos Susy y Guille que luego de una amena charla me ofrecieron a fotografiar al picaflor rubí (Sephanoides sephaniodes), única especie de colibrí que vive en el bosque andino-patagónico, la excepción son unos pocos registros del picaflor gigante(Patagona gigas) en la provincia de Neuquén.
Durante el día se dirigen a las flores de los parques o de las plantas del bosque, mientras que al atardecer se dan una vuelta por las casas que tienen libaderos con néctar artificial para una ración extra de energía. Para ello en la casa hay colocados varios libaderos en los balcones y en el parque.
Ya contento con volver a verlos  y fotografiarlos de cerca nos trasladamos hasta una habitación con el alimento pendiente de una ramita seca clavada en la tierra de una maceta que Susy colocó en la ventana que da a una calle. Ya comenzaba a atardecer y había escasa luz, por lo que usé flash  en todo momento, buscando de utilizar como fondo algunas paredes  y árboles al otro lado de la calle o directamente el cielo, mucho más claro.
Las aves parecían desconocerme y al verme a mi se ponían muy nerviosas, llegó a haber en algún momento unos 5 ejemplares, al menos 3 eran machos. Todos se acercaban y se iban velozmente por su desconfianza hacia mi, sumando a esto la complicada tarea de tomar una foto enfocada  usando el teleobjetivo de 300 mm a escasos metros y para empeorarla las aves cada vez que tomaba las fotos salían espantadas, incluso cuando estaban posadas en la ramita. Con Susy debatimos si era el flash o el ruido del obturador, hasta que tomé unas fotos sin flash y llegamos a la conclusión que los destellos era lo que los asustaban. Lo más notable es que con Susy los picaflores sentían confianza y logró que uno de ellos se posara en su mano para beber el néctar.
Finalmente toleraron un poquito más los destellos de luz y las fotos salieron un poco mejor, incluso apareció una hembra muy mansa que se dejó fotografiar perfectamente en su posadero sin alterarse en lo más mínimo.
Agradezco profundamente la cordialidad de Guille y Susy, que gentilmente todos los años me permiten visitar su hogar y tomar fotos de sus plumíferos vecinos.
Macho










Hembra